El propósito de esta obra es reflexionar sobre la representación de la propia identidad, a partir de la imagen del observador desde una perspectiva imposible para él y extrañamente transformada por las miradas de otros. Para ello se recurre a una instalación multimedia interactiva, donde la figura del visitante es capturada mediante una videocámara situada en posición dorsal. Sus movimientos se muestran entonces en 18 proyecciones distintas, cada una de las cuales se encuentra caracterizada por dos dimensiones: iconicidad y transformación. La iconicidad se refiere al nivel de similitud entre imagen real e imagen representada, con tres niveles: seis representaciones figurativas, seis semifigurativas y seis abstractas. La transformación se mueve en dos direcciones contrapuestas: aleatorización y sesgo. Las variaciones aleatorias consisten en transformaciones simplificadoras de la imagen, al modo de estereotipos de la persona observada; las variaciones sesgadas consisten en distorsiones sistemáticas de la imagen, al modo de prejuicios sobre la persona evaluada. Expresado de otro modo, la imagen que se obtiene de alguien es siempre, de algún modo, transformada mediante distintos grados de simplificación o de distorsión que provienen de los condicionantes propios de quien mira. La obra insinúa al visitante el origen de tales transformaciones mediante las miradas únicas de distintos sujetos de distinto sexo, raza y edad, por lo que se le invita a buscar el nexo de unión entre miradas y representaciones visuales. La obra sirve como elemento de reflexión acerca de cómo la percepción (mirada) de otros nos devuelve, a modo de extraño reflejo, una imagen sobre nosotros mismos.